Luis F Marcano González
Hacer un balance de una experiencia como esta no es ni será fácil en el corto plazo. Muchas dudas existen aún sobre esta modalidad. Haberla creado y puesto a funcionar, con todos sus defectos y virtudes, aciertos y errores, es de por sí ya un logro. Repetimos, el medio académico no es el más propicio, en apariencia, para este tipo de iniciativa. La cultura universitaria es compleja. No puede asimilarse a la figura de empresa. Las contribuciones de la universidad son más en el ámbito cualitativo que en el de la cantidad. La universidad es más una sociedad, como lo señala Ashby (1969). No está exenta de los problemas del ambiente que la rodea; se convierte más bien en el espejo del mismo. Pero a fin de cuenta es el laboratorio ideal para ensayos de posibilidades aún desconocidas (García Sucre y Marcano, 1994).
El medio empresarial venezolano es huérfano de ciencia y tecnología. Nuestros empresarios, en su conjunto, tienen muy poca cultura científica, por no decir ninguna. Toca entonces a algunos científicos la tarea de convertirse en empresarios, tal y como muy bien lo señala Stepan (1976) al analizar la génesis y evolución de la ciencia en Brasil. Aquí caemos con seguridad en un terreno polémico: El científico ¿debe o no convertirse en empresario? Por supuesto que no todos los investigadores pueden ser empresarios, pero sí toca a algunos de ellos asumir estas funciones. El propósito es el de demostrar las posibilidades que tiene la ciencia y la tecnología en la generación de beneficios económicos, tal y como más arriba señalamos. No obstante, todo ello obliga a comprender lo complejo que ha devenido hacer ciencia hoy día, como lo señalan Callon et al.(1994) al presentar la situación de la ciencia en Francia. Obliga también a transformar nuestros centros de I & D.: Deben ser más modernos, más pertinentes, menos clásicos, tal vez. Deben estructurar estrategias acordes con nuestras condiciones como lo propusimos en otra oportunidad (Marcano, 1993). Nuestras empresas y empresarios no van a los centros a comprar nuestras brillantes ideas. Falta mucho tiempo para que ello suceda. La relación entre investigación y empresas no se va a dar en nuestros países como se ha dado en los países desarrollados. Esa relación se da a11á por otras razones que no necesariamente son las mismas en nuestro medio. Insistimos, debemos demostrar lo que para otros es obvio: el conocimiento es el principal factor de producción de bienes y servicios en las sociedades avanzadas. Y cada día lo será más para los países de la región.
No pretendemos generalizar una experiencia que por su dimensión, tal vez, no tiene mayor importancia. Lo que sí se quiere es poner en evidencia el cúmulo de dificultades que ha existido en el proceso descrito. No ha sido fácil, no nos cansamos de decirlo. Ha tenido, con seguridad, su precio. Sobre todo el relativo a los errores cometidos en las áreas administrativas y legales. Lo cierto es que una experiencia como la descrita sirve para no cometer errores, sobre todo en el campo institucional. Las empresas necesitan empresarios y el medio académico no los tiene (paradoja esta de proponerse crear empresas sin empresarios). Pero los empresarios se forman y mucho más rápido que los científicos. Debemos poner especial empeño en formar a los empresarios universitarios. La Fundación UCV, en nuestro caso, debe desarrollar un programa de formación de empresarios apoyándose en las capacidades instaladas en la UCV y en las experiencias, tanto las exitosas como las fracasadas. Se debe entender que los empresarios no se forman de la nada, hay que dotarlos de los instrumentos adecuados. Para las instituciones de educación superior esto debería ser más fácil. Por ello, si se continúan creando empresas universitarias debe hacerse un esfuerzo por erradicar el empirismo, la audacia y la buena voluntad. Dejemos estos rasgos a. los emprendedores a innovadores. Hemos aprendido que las cosas se deben hacer de manera profesional. Ya la puerta quedó abierta quedando demostrado el potencial existente. Fuimos con seguridad pioneros en este campo pero debemos dejar paso a quienes pueden hacerlo mejor y con más eficiencia.
Las empresas universitarias tienen aún múltiples posibilidades. No debemos quedarnos con el primer modelo desarrollado. Indaguemos nuevas opciones más innovadoras y de mayor creatividad. Por ejemplo, las ventajas que aporta la figura de ESTRAN, C.A. son, quizás, de mayor alcance y de escala más manejable. No es lo mismo dedicarse con motivación, entusiasmo y conocimiento al desarrollo de un producto o de un proceso, que pretender abarcar múltiples líneas con características distintas entre sí.
Hemos visto en los ejemplos presentados, la variedad de estrategias de comercialización utilizadas. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que cada resultado, cada producto, cada tecnología, tienen su manera particular de ser comercializados. Nos encontramos en la universidad en un almacén con centenares de rubros de distinta naturaleza. No se puede pretender vender construcciones, alimentos, fármacos o servicios médicos o jurídicos con la misma estrategia; seguro que la que nos sirva para uno producirá resultados contrarios para otro. La escala es muy importante. Las empresas universitarias no pueden abarcar sino aquellas líneas que puedan hacer bien y con propiedad.
En un futuro la figura de TECNIDEC podría convertirse en un holding empresarial creado con el talento y creatividad de los investigadores del IDEC. Es preferible una salida institucional de este tipo que agotar las pocas fuerzas con que contamos. Cilento (1994) ha planteado, en este sentido, muy claramente la necesidad de crear un sistema empresarial universitario. El aporte que se ha hecho desde el IDEC ha sido pionero en este campo y ha permitido introducir a la universidad en el mundo de la tecnología, ello dejará sus frutos. Unos serán dulces y apetecibles y otros amargos. Pero lo que no cabe duda a estas alturas es que el proceso iniciado parece irreversible. No tuvimos miedo a errar porque no se temió a la verdad. Es ello, tal vez, el más importante aprendizaje personal de la experiencia de dirigir al IDEC de 1983 a 1991 y TECNIDEC de 1984 a 1994.
Una reflexión final: el ámbito natural de la tecnología es el mundo de la producción. Estamos de acuerdo con Vessuri (1992) cuando describe el proceso convergente en el desarrollo de la ciencia y tecnología. Esa realidad, ilustrada con muchos hechos, nos coloca a los académicos en la disyuntiva de permitir la entrada de la tecnología a la universidad. Hoy nadie pone en duda que una escuela de medicina no disponga de un hospital. Sus estudiantes tienen que aprender como se sana viendo de cerca sanar. No cometamos el error de nuestros colegas del siglo XVIII, cuando se oponían a la entrada de la ciencia en los predios universitarios. No nos opongamos que entre la tecnología con todas sus implicaciones a las universidades. La tecnología, como ya dijimos, está vinculada a la producción, tanto de bienes como de servicios. Por lo tanto, la tecnología está unida a la idea del negocio. Además, sabemos hoy que casi nadie pope en duda que la mejor forma de calificar personal de alto nivel es en un ambiente creativo como el que proporciona la investigación científica y tecnológica. Dejemos entonces que la tecnología entre a nuestros campus. Una forma es asumir la figura de empresas como lo que es: un instrumento idóneo de transferencia de innovaciones al mercado con el beneficio lógico, en lo económico, que ello significa. Sin ello no podremos aportar parte de lo que nuestra sociedad requiere. En torres de cristal no podremos aportar lo que conocemos y tal vez eso que creemos conocer no sea realmente necesario para nuestra sociedad sino para otras realidades. Debemos entoncs contrastarlo con lo que realmente se requiere: un país prospero e independiente.
Agradecimientos: El autor agradece por la lectura, los comentarios y las críticas que le hicieron a este trabajo los profesores Ernesto Curiel, Alberto Lovera y Daniel Valero.
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