Horacio Viana y María A. Cervilla
En relación con el tema que tiene que ver, a nivel general, con la innovación y su relación con las actividades científicas, han sido planteados dos aspectos centrales:
Esos resultados apuntan a destacar el papel complementario que desempeña la ciencia en las actividades de innovación dentro de las empresas.
A pesar de esto, el aspecto central de la política científica y tecnológica, a menudo, ha sido planteado a través del problema de la inversión dirigida a crear una estructura de instituciones locales de I & D. Sin embargo eso no es suficiente, siendo además necesario establecer los mecanismos adecuados para asegurar que esas instituciones sean realmente utilizadas por la industria, una vez que ellas han sido creadas.
A finales de la década de los setenta, en los países subdesarrollados había una desilusión general con la política científica propuesta a finales de los sesenta y comienzos de los setenta, la cual se basaba en una conceptualización lineal del proceso de innovación industrial. Se suponía que el establecimiento y financiamiento de centros de I & D garantizaría la internalización (endogenización) de la producción de innovaciones en el sector industrial.
En los países industrializados, dado que también tuvo lugar una gran decepción en relación con el desempeño de los laboratorios estadales y las asociaciones de investigación, se corrió el riesgo de empujar a los laboratorios gubernamentales hacia un desarrollo a corto plazo, en un esfuerzo por hacer más relevante su participación. Como lo señaló Freeman (1978), los cambios en el énfasis de la política gubernamental se debieron menos a una seria evaluación comparativa de las políticas para estimular la innovación que a un vago sentimiento de que es en la industria donde está la acción y donde deberían concentrarse los esfuerzos necesarios:
EL DESEMPEÑO APARENTEMENTE POBRE DE ALGUNOS LABORATORIOS PÚBLICOS Y ASOCIACIONES DE INVESTIGACIÓN PUEDE DEBERSE MÁS A PROBLEMAS DE INTERFASE CON LA INDUSTRIA Y LA TRANSFERENCIA DE TECNOLOGÍA QUE A UNA SUBASIGNACIÓN DEL GASTO PÚBLICO.
Tanto las políticas que asignan una alta prioridad a la investigación básica, en términos de su obvia y directa aplicación, como las que se concentran en las grandes unidades de investigación, olvidan el hecho crucial de que el uso aplicado de la investigación básica depende en gran medida del tamaño y persistencia de la inversión en actividades aguas abajo por parte de las empresas.
Los economistas, conscientes de la distinción entre ciencia y tecnología, han hecho una contribución importante al debate político al destacar la naturaleza complementaria de la inversión privada y pública en ciencia y tecnología, concentrándose la primera en aspectos específicos y en el corto plazo, mientras que la segunda debería ser planificada sobre un espectro más general y con una visión a largo plazo (Pavitt, 1991).
En los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por diferentes economistas, también se han destacado los peligros de asignar un excesivo financiamiento público para el desarrollo de actividades comerciales, es decir, de tratar de orientar a la investigación científica a un conjunto de aplicaciones específicas.
Si bien es cierto que nadie ha refutado o rechazado los argumentos de Nelson acerca del financiamiento del Estado a la investigación básica a largo plazo debido a la tendencia crónica de la industria a subinvertir en ella, también es cierto que en los países subdesarrollados los problemas de interfase entre el sector industrial y la ciencia básica (el cual parecería ser el aspecto fundamental para la política científica y tecnológica del CONICIT), no ha sido uno de los problemas principales tratados en las investigaciones económicas del desarrollo acerca de la transferencia de tecnología.
En los últimos veinticinco años, las políticas de innovación en muchos países subdesarrollados han estado dominadas por una simple distinción institucional entre los suplidores y los usuarios de la tecnología, habiéndose concentrado la atención casi exclusivamente en los primeros, prácticamente ignorando a los usuarios, los cuales se suponía que adoptaban la tecnología de una manera pasiva.
A largo del tiempo, el foco de la atención de los formuladores de políticas se ha desplazado a través de diferentes tipos de suplidores de tecnología, es decir las instituciones tecnológicamente creativas, según este enfoque. Las ideas iniciales en muchos países se centraron en las instituciones de I & D como las fuentes claves de tecnología para los usuarios industriales, tratando de imaginar posibles mecanismos para enlazarlas. Posteriormente, la atención se desplazó hacia los productores de bienes de capital, como la base necesaria para la producción de tecnología local. A comienzos de la década de los setenta, una serie de estudios identificaron a las organizaciones locales de ingeniería de consulta como un enlace necesario entre los usuarios de tecnología y los productores locales de maquinaria y equipos como una fuente independiente de cambio técnico para los usuarios de tecnología. Más recientemente, la atención se ha desplazado hacia un sub-sector específico del sector de bienes de capital, los proveedores o productores de sistemas de tecnología de información para usuarios industriales.
Sin embargo, a partir de diferentes investigaciones posteriores, se ha determinado que la distinción entre usuarios tecnológicamente pasivos y productores tecnológicamente activos es errada. En industrias tecnológicamente dinámicas, los llamados usuarios de tecnología juegan dos papeles clave en las actividades de cambio técnico:
Un pre-requisito para poder desempeñar estos papeles es la inversión sustancial en la acumulación de recursos humanos generadores de cambio dentro de las propias empresas usuarias de tecnología.
Entonces, el problema de la inversión, como el corazón de la política tecnológica no se refiere simplemente a la inversión en capital fijo necesario para incorporar nueva tecnología o a la inversión en I & D para generar nuevos conocimientos. Se refiere también a la inversión para la creación de un espectro completo de recursos humanos s institucionales para generar y gerenciar el proceso de innovación.
Los resultados de las investigaciones más recientes sobre el impacto de la ciencia en la tecnología, los cuales han demostrado la complejidad de la interrelación entre ambas, puede resumirse en cuatro aspectos generales (Pavitt, 1991):
Estas conclusiones tienen importantes implicaciones para al formulación de políticas. Una política tecnológica o de innovación debe ser conceptualizada de una manera más amplia que una política científica. El punto central de una política tecnológica no puede ser simplemente el fortalecimiento de las instituciones fuera de la industria, es decir las universidades, escuelas técnicas, instituciones de entrenamiento, centros de I & D, etc. Esto por supuesto que es importante, pero el punto que se quiere destacar es que el área central para la formulación de políticas debe ser más ampliamente definida, distribuyendo las responsabilidades a través de las agencias gubernamentales que tengan influencia sobre la estructura organizacional de la producción industrial y acerca del nivel y composición de la inversión necesaria para generar recursos de cambios tanto humanos como institucionales, dentro de esas estructuras.
En este sentido, puede decirse que existe la necesidad de desarrollar recursos humanos NO SÓLO para las empresas SINO POR las empresas. En la medida en que los activos de conocimiento pasan a aumentar su importancia en relación con los activos fijos, y en la medida en que los activos de conocimiento tengan que se desarrollados EN las empresas, se hace necesario encontrar maneras a través de las cuales, a un nivel mucho mayor que hasta el presente, la inversión en las empresas contemple tanto a la inversión en capital fijo como en capital de conocimiento.